por Soledad De Marco
Así lo afirmó Jon Azua, uno de los protagonistas de la transformación productiva del País Vasco, en su visita a la Argentina. Invitado por el Ministerio de Producción y el INTI, Azua mantuvo reuniones con tecnólogos, empresarios y funcionarios locales donde contó la exitosa experiencia de Euskadi.
El “exitoso caso vasco” comenzó a gestarse en los años 80, dejando atrás un contexto difícil que incluyó crisis económica, terrorismo, PBI negativo y una desocupación que llegaba al 26%. ¿Por qué merece la pena analizarse? porque a lo largo de 40 años se generó una política de transformación económica y social, denominada “Estrategia para la modernización e internacionalización de la economía y el país”, que se dio en el medio de un debate donde había que optar entre industria y servicios, asociando a estos últimos con la modernidad y la economía del futuro, mientras que la industria era algo que había que erradicar porque representaban recursos tóxicos, mal invertidos, explica Jon Azua, quien actualmente preside EnovatingLab. “El País Vasco optó por ir en contra de las tendencias de la época, elegimos hacer una política contracorriente, optamos por lo que sabíamos hacer, que era la industria. Decidimos seguir manteniendo una industria básica y “obsoleta”, como se decía en aquel entonces, incorporando innovación, tecnología y modelo de negocios diferente”.
Llevó 40 años lograr una trasformación radical, para ello la economía vasca atravesó un proceso de reestructuración integral: “Luego de todos estos años, manteniendo una estrategia sostenida, el PBI del País Vasco supera el promedio de la Unión Europea y el del Estado Español, no solo eso, sino que tenemos una apertura internacional en la cual las tres cuartas partes de la producción sale al mundo. Este pequeño país logró controlar el problema del desempleo, convirtiéndose —por su tamaño, por la intensidad de las políticas y por sus estrategias— en un laboratorio vivo de políticas públicas, observado y reconocido internacionalmente”, asegura.
Azua también destacó que en paralelo a la primera estrategia se aplicó una segunda, igual de importante, denominada “Estrategia de desarrollo humano sostenible”: “logramos progreso social, recuperación absoluta de la autoestima de la población, generamos una red de bienestar, acompañamos un desarrollo económico y una transformación que fue sido posible gracias a haber generado esa red de bienestar social luego de una situación crítica”.
“Optamos por un modelo intervencionista, ya que el gobierno no puede dejar que el mercado actúe, debe intervenir. Apoyamos la idea de que toda industria es importante, lo que tenemos que desarrollar son los modelos de negocio del futuro. Además, introducimos el término de la competencia y, desde el primer momento, confiamos y apostamos en las relaciones público- privado, público-público y privada-privada, para ello fue necesario generar confianza”, finalizó.
El exitoso caso vasco se basó en una apuesta por la industria, haciendo foco en la calidad, la innovación y la inserción en el mundo. Hubo un fuerte apoyo del Estado hacia los centros tecnológicos, entendiendo la importancia de la formación profesional y del desarrollo de asociaciones productivas. Además, hubo una fuerte red de contención social para integrarse al mundo. El País Vasco apostó por un plan de transformación, basado en el sector industrial impulsando la competitividad con un esquema innovador.